La ciudad roja, todas sus
construcciones en terracota, 1.200.o000 habitantes, siempre ha sido una ciudad de paso hacia otras
actividades, primero en la subida al Toubkal,
años después me ha servido también como punto de inicio y final en un precioso
recorrido por el Desierto del Sahara ().
Una ciudad en el que toda su
actividad parte, termina o se ve participada por la famosa plaza de Jemaa el
Fnaa (“reunión de los muertos”), plaza que ha sido declarada Patrimonio de la
Unesco, que merece la pena visitar sobre todo al atardecer cuando se convierte
en un hervidero de gentes y rodeada de la antigua Medina, 650 hectáreas, con
sus callejuelas con todo tipo de tiendas, sobre todo con los típicos artesanos
curtidores del cuero y con los zocos en la zona norte que se merecen al menos
una tarde entera de pateo.
En mi primer viaje a Marraquech
dormí, bueno dormir es un decir, en el famoso entre los mochileros, hotel Alí
junto a la plaza de Jemaa el Fnaa y como no, los paseos por la plaza viendo a
los contadores de cuentos, a los encantadores de serpientes y, por supuesto,
cenar algún pincho de cordero o algún plato de cuscús.
Empecé la visita a la Medina por
una de las diez puertas de la antigua muralla, la histórica puerta de granito
azul de Bab Agnaou, caminando por la Kasbah, merece la pena visitar las tumbas Saadies con tres grupos, las
tumbas infantiles, son sólo las lápidas externas, el pabellón femenino y la
sala de los reyes, con unos artesonados magníficos, paseos hasta llegar al café
de El Badii, junto a las ruinas del palacio del mismo nombre (el incomparable,
inspirado en la Alhambra de Granada) y donde tomar mi primer té a la menta de
la visita, seguida de paseo alrededor del Palacio Real (Dar El Makhzen), después La Mellah, el gueto judío, una ciudad en sí misma, la Sinagoga
de Lazama y, claro, un paseo por los zocos de la Medina.
Como no, con la Mezquita de la
Koutoubia del siglo XII
y su espectacular minarete de 77 metros de altura que lo hermana con la Giralda de Sevilla y junto a la Koutoubia hay que ver la tumba de Fátima Zohra
y su espectacular minarete de 77 metros de altura que lo hermana con la Giralda de Sevilla y junto a la Koutoubia hay que ver la tumba de Fátima Zohra
Merece la pena la visita a El
Palacio de Bahía, con sus más de tres hectáreas de jardines, pero sobre todo
con sus techos y sus artesonados.
Como no, también, a partir de las
once de mañana la entrada es libre para visitar el famoso hotel de La Mamounia
y sus jardines.
Y ya, de paseo por jardines,
espectacular el Jardín de La Menara con sus cien hectáreas, con su inmenso
estanque del siglo XII y con sus cerca de diez hectáreas de palmeral.
Si nuestro tiempo nos lo permite,
en mi primer viaje si lo tuve, merece la pena adentrarnos en el Marraquech moderno, fuera de las murallas
del antiguo y de su Medina, donde todo gira alrededor de la Avenida Mohammed V.
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