Una buena escapada, comenzamos el
viaje con mal pie, una tremenda tormenta nos hizo que el aterrizaje en Londres
Gatwick fuese una aventura, un intento de aterrizaje abortado por el viento y
un aterrizaje final en el que yo creía que el ala de mi lado daba en el suelo,
jamás había visto que después de un aterrizaje la gente se abrazase llorando, tremendo. El despegue posterior para salir
hacia Reykjavik tampoco le anduvo a la zaga, más de una hora parando a pie de
pista esperando a que se pudiese despegar y aún así también fue de aúpa.
Llegada final a Reykjavik a las doce de la noche.
Pero los días siguientes, a pesar
del viento en todas las actividades, con lo que se aumentaba la sensación de
frío, las nevadas y lo nublado del tiempo, han sido merecedores del viaje.
Un recorrido por el llamado
Circulo de Oro, con Pingvellir, donde estaba el antiguo parlamento islandés,
junto a un lago helado, con la espectacular falla que separa América de Europa
y que se separa algunos centímetros cada año. Las cataratas de Gulfoss, enormes
en una isla como Islandia. Geysir y sus geiseres. Seljalandsfoss, las cascadas
de Glufrafoss. La cueva de lava de Leidarendi. El balneario al aire libre de
aguas termales en Blue Lagoon. La playa de los Trolls o de Reynisfjara. El
comprar el típico jersey islandés (lopapeysa) en Vic
La cascada de Gljúfrabúi en el interior de una especie de cueva, por
debajo del innombrable volcán que dejo parados todos los aeropuertos de Europa
hace pocos años, el Eyjafjallajokull,
¡¡¡ nombrecito !!! ...
Una subidita al monte Hamrahlid
para ver el amanecer sobre Reykjavik y un paseo para conocer esta pequeña pero
preciosa ciudad.
Un corto pero bonito viaje de
invierno.
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