Llevo algún tiempo intentando escribir una
crónica acerca del intento de subida al Besiberri en Septiembre del 2007 (una
subida que me encantó a pesar de no hacer cumbre, pero que me ha dejado ese
regustillo de querer volver a intentarlo) quiero redactarla y siempre que leo
la crónica escrita en la web del grupo Haciendo Camino me doy cuenta de que es
la mejor descripción de lo que nos pasó, así que me decido, venga va, copio lo
allí escrito en la parte que corresponde al grupo que intentó la cumbre sur,
dejo sin copiar lo referente a la cumbre norte y pondré más comentarios cuando
la consiga subir, lo intentaré de nuevo.
La subida al Besiberri ha sido la primera
ruta que Haciendo Camino organiza al Pirineo ilerdense. Esta montañota de
dimensiones colosales está dentro del Parque Nacional de Aigüestortes,
en su zona más al oeste, casi al límite con Huesca. Las dos formas normales de
ascenderla son, por el valle Besiberri (por el oeste) y desde el embalse
Cavallers (por el este).
Nosotros elegimos esta segunda opción. Para
hacer la subida más ágil nos organizamos en dos grupos: uno que va a hacer el
Besiberri Norte (3.015 m) y otro que va a hacer el Sur (3.024 m).
Y es que esta montaña tiene esas dos
cumbres, separadas por una conocidísima arista de más de un kilómetro y algunos
pasos de quitar el hipo. Ambas subidas son igual de exigentes en lo físico,
pero en lo técnico la cumbre Norte es bastante más difícil. Vamos José María,
Vincent, Carlos, Ángel F, Edu, Santi, Periko, Jorge, Isabel, Delfín, Miki y
Fer. Nos hospedamos a pocos kilómetros del comienzo de la ruta, en el Hostal
Pascual, en el Vall de Boí, Lérida, donde Ramón, Carmen y Sabina nos tratan de
maravilla. Rápidamente nos enseñan nuestro nombre en catalán, como no podía ser
menos: Fent Camí.
Sábado 30 de septiembre de 2006
desayunamos a las siete, algo tarde teniendo en cuenta la empresa que tenemos
por delante.
Ramón ve en la tele la última previsión de
tiempo para la zona y nos dice que el frente de nubes se desplaza hacia el
oeste y el tiempo mejorará a lo largo del día. Ojalá acierte, porque la cosa no
pinta demasiado bien.
Vamos en coche hasta el pie del embalseCavallers y poco antes de las ocho empezamos a andar. Fent Camí. Estamos a 1.740 m, con un día
encapotado.
Hemos venido bien preparados con ropa de
abrigo y agua, cuerdas, arneses, anillos de cinta, mosquetones, algún freno
para asegurar y rapelar, GPS, pilas de repuesto, casco, mapas plastificados,
frontales... todo lo que solemos llevar a este tipo de rutas, por lo que pueda
pasar, que en alta montaña nunca se sabe.
Recorremos de sur a norte el inmenso
embalse, lleno de agua. Kilómetro y medio por la orilla este. Ya en la cola
giramos a la izquierda, cruzamos dos ríos por sendos puentes de madera y
comenzamos la subida por el barranco del Riumalo, angosto valle con un arroyo
cargado de agua y una sendita por la margen izquierda. Empieza a llover,
fuerte, y nos ponemos ropa impermeable.
Subida empinada que hacemos a buen ritmo.
En la cota 2.100 metros nos cruzamos con dos muchachotes que ya vienen de
bajada. Nos dicen que pensaban hacer la arista, pero al haber tanta niebla sólo
han llegado hasta el Estanyet de Malavesina y han preferido la retirada. Nos
sorprende un poco, al ser tan temprano; será que más arriba se pone mucho peor.
Nosotros seguimos avanzando como si tal cosa.
En la cota 2.250 metros el Riumalo se
junta con otro arroyo que viene del suroeste, y es el punto elegido para
separarnos los norteños (los que van a la cumbre Norte, Josema, Carlos y
Vincent) de los sureños (los de la cumbre sur, es decir, los otros nueve).
Despedidas efusivas, consejos mutuos de cuidarnos y cada grupo por su lado.
(Pensábamos haber llevado unos walkies para estar comunicados ambos grupos,
pero los olvidamos en los coches. Fallo tonto).
El otro grupo nos dirigimos hacia la
cumbre sur, siguiendo el curso del arroyo. Llueve durante un buen rato y la
niebla está cerrada. El GPS, hitos de piedra y el arroyo hace que no perdamos
el rumbo. Unos 400 metros más adelante, en el momento de más lluvia, nos
replanteamos la situación por si alguien quiere volverse a la vista de lo que
estaba cayendo.
Jorge e Isabel no lo dudan. Delfín se
apunta enseguida. Miki no sabe qué hacer pero al final se vuelve con ellos
también. El resto continuamos.
Pasito a pasito vamos subiendo y algo
antes de las doce ya estamos a más de 2.700 metros de altura. Hemos dejado a
nuestra izquierda el arroyo y el tiempo mejora un poco. Lleva un rato sin
llover y el viento mueve las nubes, de forma que a intervalos tenemos una
visibilidad de doscientos o trescientos metros, y a ratos la visibilidad baja a
cien metros. Nos fijamos como tiempo límite la una de la tarde para darnos la
vuelta, estemos donde estemos.
Los hitos nos llevan cruzando una pedrera
de bloques grandes que pasamos saltando de unos a otros. Avanzamos con
lentitud. Llegamos a la cresta y en el GPS vemos que estamos justo encima del
otro track, el que recorre la arista entre las cumbres. Es la una de la tarde
pero al quedarnos únicamente doscientos metros en línea recta seguimos otro
poco.
Llegamos a un nevero, con nieve muy blanda
encima de piedras pequeñas, por lo que se avanza con dificultad al resbalar
mucho. Ya por encima de los tres mil metros nos atascamos un poco en una
trepada, y viendo que son la una y media, ya fuera del plazo previsto,
decidimos dar media vuelta. Estamos a 3.006 m, a escasos veinte de la cumbre,
pero no queremos que se nos eche la oscuridad encima.
Para evitar resbalones bajando la pala de
nieve, sacamos la cuerda y nos ponemos los arneses. Montamos un anclaje con un
anillo de cinta alrededor de una roca y bajamos asegurados. En la bajada vamos
a seguir otro camino: no por la cresta sino por la vaguada del arroyo que nace
del nevero.
Por debajo de los 2.800 metros ya no hay
nada de nieve y el curso del arroyo es nuestra mejor referencia para el
descenso. Muchos tramos andamos sobre piedras escuchando el ruido del agua bajo
nuestros pies. Llegamos a un punto donde la inclinación aumenta y nos parece
algo arriesgado bajar al estar la piedra mojada, por lo que decidimos montar un
rápel, de unos veinte metros. Anclaje con un anillo de cinta alrededor de una
piedra grande. Bajamos sin dificultad, en parte pisando la corriente de agua y
en parte por el borde del río. Como ya venimos mojados, no nos importa y hasta
nos divierte. Primero baja Periko, luego Santi, Edu y Ángel F, y Fer cierra el
grupo. Seguidamente montamos otro rápel, ya que el terreno sigue igual de
resbaladizo e inclinado. Este segundo -de unos quince metros- lo hacemos de una
manera muy ágil. En ambos casos abandonamos el anillo de cinta y el maillón
usado para el anclaje.
Seguimos bajando, rodeamos un estany por
su orilla norte y llegamos a otro desnivel pronunciado, de unos doce metros. Lo
más fácil -seguimos con los arneses puestos- es montar otro rápel, con el mismo
sistema. En esta tercera ocasión la alternativa habría sido dar un rodeo
grande, pero el rápel es lo más sencillo y rápido. También abandonamos el
material del anclaje.
Por terreno ya más fácil avanzamos y nos
juntamos con el camino que habíamos hecho a la subida. El tiempo ha mejorado y
hace varias horas que no llueve. Llegamos al Riumalo y ya del tirón hasta
abajo. Llegamos al embalse, donde han ido a esperarnos los norteños, lo recorremos
de nuevo y llegamos a los coches cuando ya está oscureciendo.
De vuelta al hostal, llegamos cansados y contentos. Rica cena y
larga charleta. Cada grupo cuenta al otro lo que ha hecho, las dificultades que
ha tenido, por qué ninguno ha hecho cumbre, por qué los tres rápeles, lo que
cada uno ha aprendido, y un montón de cosas más.
Y, al final, lo conseguí, una espinita menos
Viernes 15 de Mayo, fiesta de San Isidro
en Madrid, a primera hora salimos hacia nuestro destino, el refugio Ventosa yCalvell en la Alta Ribagorza a 2220 metros de altura, siete horas de conducir
tranquilamente y en nuestra mente hacer un día el Pico Montardo de 2833 metros
y el siguiente el Punta Alta de 3014 metros, para ello llegamos a los pies del
embalse de Cavallers a 1700 metros, después de pasar Caldas de Boi, aparcamos
los coches, cargamos con los petates y hacia el refugio, dos horas largas de
ascensión, bien señalizada, atravesando riachuelos y arroyos tremendamente
cargados por la gran cantidad de nieve que había caído, refugio ubicado por
encima de la bonita laguna Negra.
Pero bueno los planes están para cambiarse
y Periko nos indica que quiere hacer el Besiberri Norte, a mi no me parece
buena idea, pero como estamos en grupo, a por ello y así, el primer día
decidimos llevar a cabo la ilusión de Periko y dejar las otras opciones para
otra vez.
Así lo hacemos y a las seis y media de la
mañana, diana, a desayunar y a las siete en marcha, otros grupos salen delante
de nosotros hacia el Besiberri Sur, en lugar de bajar hasta la cola del embalse
de Cavallers pasamos por delante de la laguna de Travessani, bordeando las
lagunas de los Monges y la de Tumeneia, según vamos subiendo, a mí sigue sin
gustarme demasiado la idea, veo que en las crestas finales del Besiberri Norte,
hay bastante nieve y hielo, llevamos una cuerda de 30 metros nada más, ya que
la mía de 60 metros la dejamos en el coche porqué no pensábamos en hacer el
Besiberri Norte,
en las zonas altas del refugio la cantidad de nieve existente es muy grande y,
por tanto, la aproximación lenta, en un momento nos encontramos con un
agradabilísimo grupo de cinco personas de Rutas que nos dicen que van hacia el
Besiberri Sur, pero que la gran vuelta que están dando es para hacer todo el
circo anterior de los Besiberris, hablo con Periko y yo no veo factible
cumbrear el norte hoy, así que decidimos que yo me uno al otro grupo y me voy
hacia el Besiberri Sur y ellos (Periko, Albert y Edu) intentan hacer el norte,
suerte compañeros, cuidadín y nos veremos en el refugio a la noche, nos
comunicamos durante el resto del día por los walkis y así sabemos los unos de
los otros.
En el camino, subida hacia el Besiberri
Central, por una arista preciosa, lo dejamos a nuestra derecha y tomamos la
arista que nos llevará a la base de la cumbre del Besiberri Sur, en plena
arista nos detenemos porqué hay que hacer las fotos sí o sí, imprescindibles,
que maravillas a un lado y a otro.
Llegando a la cumbre, veo, es una foto en
mi mente, el punto exacto donde lo dejamos en septiembre del 2007, pensábamos
en aquella ocasión que no nos quedaban más de una veintena de metros, por
favor, es así, no nos quedaba nada mas, unos pocos metros más y nos hubiéramos
encontrado con una anilla y un maillón fijos para poder rapelar en la bajada y
enseguida la cumbre, pero bastante hicimos para nuestra poca experiencia en
aquella ocasión y la tremenda lluvia y niebla que nos rodeaban, que buena decisión
tomó Fer aquel día.
Bueno, llegada a la cumbre, y siempre se
dice lo mismo que paisajes, no. en esta ocasión es diferente, las vistas, son,
sencillamente impresionantes, pero hay que bajar que se nos acaba el tiempo,
abrazos, emoción fotos y a descender.
En la bajada el güetre derecho se rompe y
con la gran cantidad de nieve que hay y que ya está muy blanda me entra la
nieve en la bota, siendo los pies casi al borde de la congelación, no paro de
mover los dedos pero es una bajada interminable, nos salimos del camino tres
veces, con lo que luego cuesta recuperarlo y la nieve está tan blanda que en
una de las muchísimas veces que nos hundimos en ella, María José que se hunde
hasta casi la cintura y el pie encajonado al fondo entre dos piedras, un buen
rato para vaciar a su alrededor toda la nieve y poder liberarla.
Doce horas en total, con muy pocos
descansos y llegada al refugio cuando ya ha empezado la cena, nos reciben con
aplausos y una gran simpatía, mi pie derecho se recupera al quitar la bota empapada
y los calcetines chorreantes.
Y el domingo, vuelta a Madrid, yo no puedo
hacer nada sin güetres y sin crampones.
Qué gozada, por fin conseguí el Besiberri
Sur, era una espínita muy, pero que muy clavada.