Una ciudad que no está hecha para el turismo, si para vivir.
Se circula
de maravilla, te respetan en los pasos de cebra si hay que pararse, sino no
paran y nadie se enfada.
Hay bicis
por todos lados sin necesidad de carril específico, que también los hay y
hechos para circular con la bici y no para hacer inauguraciones, y se respetan unos a otros.
Hay
patinetes y no hay sensación de problemas. Aceras de asfalto cuestan la mitad
que las nuestras y son geniales.
Tranvías
del año de la polka que funcionan perfectamente y que dan un toque genial.
Ciudad cara
pero con buenos salarios. Hay
camareros/as italianos. Hay inmigración
pero poca e integrada.
Los trenes
de cercanías, muy buenos, no baratos, bueno, nada es barato en Milán, pero
buenos, cómodos, bien informados, limpios y puntuales, los usé para ir al Lago
Como ida y vuelta, mejor opción que cualquier alternativa de excursiones
organizadas y sin complicación alguna.
El metro,
igual, limpio, automático, en las líneas en que monté no llevan conductor,
modernos, frecuentes y puntuales, el billete que usé es el de 90 minutos dos
euros.
Los
restaurantes muy caros, no tiene que dar vergüenza el pregunta cada precio
antes de pedir porqué si no terminas saliendo cabreado en todos los sitios,
sobre todo hay que preguntar por las bebidas (una copa de vino rosado, en
muchos sitios te traen la copa ya servida en lugar de servírtela delante).
Los
hoteles, caros y básicos y, recordad que en Milán hay que pagar el chantaje,
huy perdón, el canon turístico, CINCO EUROS POR PERSONA Y NOCHE.
En cualquier
caso, se vive genial, la gente se respeta, no hay caras de enfado.
Para ir y venir a/desde Malpensa, están los autobuses Terravisión que se
toman (previa reserva por internet) en la misma puerta de salida de cada
terminal, una hora larga en ir o en volver a Milán a la Estación Central, siete
euros por trayecto, también está el tren Trenord, 13 euros trayecto, pero
rápido y te deja en el centro, otras opciones son para osados.
Mis
recorridos, pues el día de llegada, poco, dos horas largas de avión, una hora y
cuarto de bus hasta el centro de Milán, el traslado desde la Estación Central
hasta el hotel, el check-in, abrir las maletas, pues un paseo de relax en metro
a conocer San Siro por fuera (otro ejemplo más de practicidad, un fabuloso
estadio municipal para LOS equipos de la ciudad, no uno particular de cada uno),
un spritz de aperitivo y a cenar, paseíto final de la primera tarde.
El sábado
si, desayuno temprano, bajada andando por la Vía Corso Sempione, recorrido del
bonito parque Sempione donde está el espectacular Castillo Sforzesco que visité
más en detalle por la tarde, Calle Dante, una de las calles más comerciales de
Milán y Plaza del Duomo, sacar las entradas para el Duomo, visita interior del
Duomo y subida a la terraza por una angosta escalera de 251 escalones en subida
y bajada al tiempo, después de otra nueva cola para cambiar la entrada ya que
no me habían informado que con la primera no podía subir, en fin … ah y cuando
se lo comento al de la escalera, pues no va el tío y me dice que con mi edad
podía pedir preferencia de paso para no
esperar colas, pero me caguen … ¿porqué no lo decís?, venga va, vale … termino
con la Catedral y, justo al lado no se puede perder la Gallería Vittorio
Emanuelle, bueno un sitio donde mirar, y no comprar, la tienda que más me gustó
fue la de Ferrari, justo al lado la
Plaza de la Scala con el teatro de la Scala, me encantó, la Vía Mercanti y, a
comer … por la tarde visita más en
detalle del Castillo Sforcesco y paseo ya de compras por la zona de
Montenapoleone y plaza de San
Babila, también en el centro, en “el cuadrilátero
de la moda”, por la noche, para quitarme del centro y sus restaurantes
excesivamente turísticos, cena directamente en la zona del Navigli.
Siguiente
día muy ajetreado, visita al Cemitero Monumental, no es tan impresionante (en
todos los sentidos) como el de La Recoleta en Buenos Airesm (), pero merece la
pena, paseo hasta la estación de Trenord a través del Parque Sempione, visita a
la Iglesia de Santa Maria delle Grazie, sólo para poder ver la Última Cena de Leonardo y tren al lago Como, una hora,
paseo alrededor del lago, comida en un restaurantito junto a la estación y
vuelta a Milán, por la noche, una vez más a cenar a la zona del Navigli, con un
ambientazo, ah y en el Navigli, los sábados es día de mercado
El Duomo, bueno, pues bajo mi
opinión no he visto jamás una Catedral como esta, impresionante, el exterior (a
pesar de que en este año 2019 está en revisión por fuera y no se puede ver
bien), el interior impresionante, pero es más el empeño turístico que la
empaña, esos grupos organizados que se te cuelan, esos precios, esa falta de
información, pedí la entrada, pregunte por precios para tercera edad y me
miraron con mala cara, no me informaron, entré y cuando pretendí subir a la
terraza me dicen que mi entrada no lo cubre, volví a la taquilla y no me
quisieron compensar lo de la otra entrada en el mismo día, muy desagradable, te
cobran más si quieres subir en el ascensor en vez de a patita (251 escalones),
me imagino que no todo el mundo puede subirlo a pie, bueno, pretenden la
superexplotación, la entrada recomendable es la general con subida a pie a la
terraza, 10€ en este 2019