Gredos era y, bueno aún sigue siéndolo en alguna medida, esa gran desconocida para mí, pero en estos dos últimos años he llevado a cabo una buena cantidad de actividades y cada vez me gusta más, tiene de todo, cercanía a mi casa, dificultades técnicas, montañas de buena dificultad, zonas de escalada en roca, en hielo, corredores, aristas, en fin todo lo que en montaña puede desearse.
La última actividad fue el pasado fin de semana de este Marzo del 2009 y fue excepcional, no hicimos lo que teníamos planeado, pero es igual, que gozada, pensábamos hacer desde Bohoyo hasta el refugio de Belesar el primer día y el segundo llegar al refugio Elola a través del collado del Venteadero y bajar a la plataforma y esto es lo que tuvimos que cambiar y volver a Bohoyo, no sin antes hacernos un par de cumbres.
Quedamos en Bohoyo con José María que es quien ya se conocía el camino y, por tanto, quién nos guiaría y así fue, arrancamos la subida con Jorge, Isabel (en plena forma), Periko (y sus rodillas), Edu, FJ, Paco y yo, dejamos los coches aparcados y arrancamos, cerca de 19 kilómetros de subida hasta el refugio de Belesar, al principio por caminos y, enseguida por nieve blanda que hacía muy dura la subida ya que constantemente nos hundíamos al andar, bueno dura para todos excepto para el máquina de José María, quien cada vez que le dejábamos abrir huella se nos iba, atrás se nos quedaban Periko y sus rodillas y FJ, llegamos al refugio ya casi de anochecida y ya había cuatro personas que habían retirado la nieve de la entrada ¡que cantidad de nieve!, el “refugio” si así se le puede llamar casi hundido, es una especia de choza donde, de mala manera pudimos pasar la noche los cuatro que ya habían llegado y nosotros, menos mal que el buen ambiente montañero predominó y nos hicimos hueco como pudimos.
La ruta la hicimos siguiendo con el coche, apenas
entrados en el pueblo, nos desviamos hacia Navamediana, hay un puente sobre la
Garganta del Bohoyo que nos referencia para en unos 500 metros más, tomar,
hacia nuestra derecha, una pista de tierra hasta encontrar un panel informativo
de la ruta, allí aparcamos, a 1160 metros de altura.
Empezamos a andar pasando una primera barrera
canadiense para meternos entre un robledal, antes de llegar a la garganta
propiamente dicha, ascendemos hacia la izquierda, pasamos dos curvas muy
cerradas para enlazar con un sendero, llevamos algo menos de tres cuartos de
hora de marcha.
Salimos del robledal, pasamos por delante del
refugio de la Seca, para en unos minutos llegar a la Fuente de la Seca, pasamos
después una puerta metálica y llegamos al refugio de la Redonda, otra fuente y
llegamos a un amplio prado inclinado donde vemos el refugio de la Longuilla,
seguimos el sendero hasta el refugio de Lanchón, ya a 1800 metros de altura,
llevamos unas dos horas y tres cuartos de caminata.
Seguimos, unos riscos nos hacen ganar altura po0r
su izquierda, cruzamos el río de la garganta para subir por las losas graníticas.
Después cruzamos de nuevo el río y llegamos a un buen pastizal, donde vemos,
casi cubierto por la nieve el chozo del Belesar, estamos a 2140 metros de
altura y hemos tardado unos minutos más de las cuatro horas.
La cena, espectacular, con el agua que obtuvimos en una cascadilla cercana (la fuente de los Serranos) José María llevó un cazo y un hornillo y preparó la sopa y la pasta, pobre, hasta tres veces los inútiles que estábamos a su alrededor dejamos derramar parte de nuestras sopas encima de él, paciencia tuvo de no terminar tirándonos el resto de las sopas a los demás. Charleta nocturna con los otros compañeros que nos indican que el Venteadero tiene malas cornisas de nieve con buen riesgo de aludes.
Después de la cena, a dormir, los cuatro que llegaron primero encima de dos repisas de madera y el resto apretados unos con otros en el suelo, pero aún así y todo, dormimos mejor de lo esperado, pocos ronquidos y la ausencia de otros ruidítos típicos facilitaron la labor.
A las seis y media de la mañana, diana y arriba, un precioso día soleado hizo que no necesitáramos los frontales al arrancar, la nieve esta muy bien, algo dura y nos ponemos los crampones. Llegamos al collado de Belesar, enfrente de la parte posterior de La Galana y vemos que la nieve forma peligrosas terrazas con el consiguiente riesgo de aludes, así que decidimos no cruzar hasta el Venteadero.
Por tanto Edu, Jorge y yo dejamos las mochilas antes del ascenso al Belesar, FJ se baja hacia el refugio y Periko e Isabel nos acompañan con sus mochilas hacia el pico del Belesar. Hacemos cumbre y mientras Periko e Isabel se van hacia el cercano Pico Meapoco, a donde ya han ido José María y Paco, nosotros nos bajamos a buscar a FJ a quién Jorge le ha indicado que nos espere dejándose ver, no le vemos y es que se ha bajado solo hasta el chozo del Belesar, bueno allí le vemos, nos juntamos con Periko e Isabel que ya bajan, comemos algo y empezamos la bajada. Enseguida vemos ya como José María y Paco llegan, los esperamos y bajamos.
Dura y larga bajada, en mi caso además, debido a la mala elección de botas que hice, creía que habría nieve desde mas abajo, me hacen unas buenas rozaduras , pero bueno son el pan nuestro de cada día, llegamos a los coches cada uno como puede, primero José María, lógico, después llego yo y, rápidamente, Isabel, después Jorge y Paco, como los últimos kilómetros de bajada discurren por una pista forestal, José María decide ir a buscarlos con el coche, en ese momento llega FJ y poco después José María baja con un destrozado Periko, Edu se niega a montar en el coche y baja con su mochila, si señor, así se hace.
Nos vamos hasta Hoyo del Espino con los coches y en el restaurante La Galana (¡que buen ambiente montañero!, allí nos encontramos con Jonás de TV+, con Raúl Lora, en fin hasta arriba), nos tomamos esa especie de mezcla de comida tardía, merienda y cena temprana y, claro consistente en los típicos huevos fritos con chorizo ¡viva el buen colesterol!.
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